LA RESILIENCIA DEL DOCENTE
Cuando hablamos de
inteligencia emocional, podemos entender que la resiliencia es la capacidad que
tenemos para encontrar balance en todas
las áreas de nuestras vidas, para de esta forma afrontar con éxito los desafíos que se nos presentan.
En términos de desarrollo
humano, una personalidad resiliente se basa en el supuesto de que contamos con
ciertos rasgos definidos de nuestra persona, que aunados a nuestra experiencia,
nos dan una mayor capacidad de confrontar nuestros problemas.
Es por ello entonces, que
este tipo de personalidad debe ser fundamental para nuestra labor docente, debido
a que es el pan nuestro de cada día enfrentarnos a situaciones y problemas dentro
y fuera del aula que ponen a prueba nuestra capacidad de resiliencia. No es de
extrañar, tampoco, que muchos de nosotros sufrimos de ansiedad, estrés crónico,
poca tolerancia a la frustración y en casos graves, depresión.
No soy psicólogo, ni
pretendo adentrarme a profundidad en estos temas. Pero gracias a mi
experiencia, en la cual he sufrido desde cuadros de ansiedad hasta periodos de depresión, he podido entender que si bien hay cosas que no puedo cambiar de mi
entorno, si puedo ver de otra manera el
cómo los afronto.
Esta misma experiencia me ha
permitido también elaborar un plan de acción, el cual me ha hecho fortalecer mi
capacidad de resiliencia, mejorando mi calidad de vida, y mi nivel de
enseñanza. Me gustaría compartir con ustedes algunos puntos de este plan.
1.
Invertir en mi formación profesional. El adquirir
nuevos conocimiento, habilidades y actitudes; me han ayudado a sentirme más
seguro de mi capacidad como maestro, así como el compartir con una red de
maestros muchos de estos conocimientos. De esta forma nunca dudo que soy capaz
de ayudar a mis alumnos en su proceso de aprendizaje.
2.
Rodearme de mis seres queridos. Dejar el
trabajo en el trabajo, y dedicar tiempo a los que me aman, me ha ayudado
bastante en sentirme más seguro, más querido y elevar mi autoestima. Así cuando
algún problema se presenta, me siento convencido de que podré afrontarlo y de
que no estoy solo.
3.
Ser congruente con lo que predico. Si pido a
mis alumnos que sean puntuales, debo ser el primero en llegar al aula. Si pido
a mis compañeros que se preparen, soy el primero en estarme preparando. Saber que
me respeto y cumplo mis promesas, me alivia la ansiedad, y me hace sentir más
fuerte, y con autoridad de expresarme cuando algo no es como lo espero.
4.
Ejercicio físico. El darme tiempo para
ejercitarme y fortalecer mi cuerpo, me otorga paz mental, me hace sentir dinámico
y tranquilo ante el hecho de que hago algo por mí. Sin mencionar los beneficios
en la salud.
5.
Mentalizar. Hasta hace poco desconocía este
concepto, y mucho menos el proceso. Es inevitable que aparezca algún problema
en mi vida. Primero que nada respiro, no dejo que la ansiedad venga a mí. Segundo,
le pongo nombre a mis emociones, y tercero, mentalizo diciendo que no quizás no
puedo cambiar esta situación, pero que puedo dar un gran esfuerzo para no dejar
que me afecte. No me concentro en el problema en sí, sino en el aprendizaje que
me dejará esta situación.
Considero que una cualidad
que no debemos descuidar junto con la resiliencia es el ser siempre positivo. Mi
labor docente está llena de desafíos, y es normal -creo yo- sentirme cansado, pero como dicen,
lo que no te mata, te hace más fuerte.
Mi consejo final sería: mantén
tu vista clara en tu objetivo; impacta en las vidas de tus alumnos. Procura que
ese impacto sea un modelo de resiliencia. Lo necesitaran algún día.
Comentarios
Publicar un comentario