EL SÍNDROME DEL ALUMNO QUEJUMBROSO
No puedo asegurar que el
camino de la enseñanza está libre de retos diarios que a veces parecen
insalvables, y que pueden generar en nosotros enojo, frustración y hasta
amargura. Uno de estos retos, es el síndrome del alumno quejumbroso, o mejor
dicho el alumno que le gusta quejarse, solo por el placer de hacerlo.
A fin de evitar ser un profesor
amargado, debemos generar empatía con lo que estos alumnos están sintiendo, corroborar
si estas quejas tienen fundamento y sobre todo entender que no somos nosotros, sino
una serie de circunstancias que varían en función del contexto, de la edad y
las necesidades de este tipo de estudiantes.
Probablemente podemos
reconocer en cada uno de nuestros grupos por lo menos a un alumno que podemos llamar
el quejumbroso. Este es el chico o la chica que, si bien no hemos pisado el salón,
ya se está quejando de todo. A mí me ha pasado que se quejan sobre cosas que
van desde el clima, el acomodo de las sillas, la hora de la clase, hasta la duración
de la misma, los contenidos y su relevancia, o nuestra forma de enseñar.
No puedo evitar en algunas
ocasiones mostrarme a la defensiva con este tipo de alumno, e incluso he
llegado a pensar el decirle: “si no quieres estar en clase, pues la puerta es
muy grande”. Somos seres humanos y ante las constantes quejas y actitudes de apatía,
nuestra reacción podría ser pedirle que cambie de actitud, o incluso
enfrentarlo. Sin embargo, he aprendido a través de los años, algunas respuestas
ante ciertas quejas, y que a continuación les comparto.
“No me
gusta su clase.” Ante este tipo de queja, que muchas veces es
infundada- o incluso con prejuicio-, debido a que tienen cierta concepción de
tal o cual materia. Bien es sabido que las matemáticas y el inglés son las más odiadas
y temidas, por mencionar solo dos de ellas. Ante este clamor mi comentario es: “entiendo
que tienes tus gustos y preferencias, pero dale una oportunidad a mi clase”. Mostrando
empatía en vez de enojo, desarmamos su actitud, y si trabajamos la motivación en
clase, poco a poco esta queja no se vuelve a escuchar jamás.
“Porque
deja tanta tarea.” Muchas de las veces ni siquiera es la tarea en
sí, pero son las actividades en clase, o el ritmo de la misma. Como lo mencioné
en el punto anterior; el hacerle ver que compartimos su pensar, desarticula
esta queja. Por lo general les respondo: “entiendo que tienes muchas otras
materias y actividades que hacer, pero si estás aquí es porque quieres
superarte, terminar tu educación, y hacer lo que más te guste en la vida, y la única
forma de lograrlo es con disciplina, estudio constante y auto aprendizaje.”
“Ya déjenos
ir”. Me ha pasado que en medio de una actividad en la que mis
alumnos están inmersos, una vocecita atrás del salón suena con esa frase. El alumno
quejumbroso de nuevo. Mi contestación es: “mira, ves que en el pizarrón esta la
agenda de actividades. Si terminamos estas actividades y logramos el objetivo,
muy probablemente se puedan retirar, pero tu actitud y el no hacer nada no
aporta para que eso suceda; esta en ti el irte temprano”. La reacción inmediata
del alumno en la mayoría de las ocasiones es ponerse a trabajar.
“Me evaluó
injustamente”. En esta situación, la mejor defensa es retroalimentar
al alumno semana por semana de su avance y desempeño y tener todas las
evidencias de la evaluación a la mano. Es importante hacerle ver en lo que necesita
mejorar y sobre todo que haga un compromiso para que la misma situación no se
repita en el siguiente periodo de evaluación.
Muy seguramente ustedes podrían compartir
algunas quejas propias de este síndrome, y mi recomendación final es: respiren,
no se lo tomen personal y respondan asertivamente.
Abdel Jacobo
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